Los edificios de madera, una oportunidad para el sector forestal en Castilla y León

La construcción en madera es tendencia. Los avances técnicos en resistencia y seguridad de este material con el que se ha construido siempre o su menor impacto medioambiental son algunos de los factores que explican que su uso en la arquitectura se extienda. El desarrollo y perfeccionamiento de maderas macizas adecuados para la construcción en altura como el CLT (Cross Laminated Timber) o el GLT o Glulam (Glued Laminated Timber) posibilitan este ascenso.

En las principales ciudades encontramos proyectos destacados de arquitectura en madera. El más conocido es quizás el edificio Mjøstårnet, en Noruega, el más alto del mundo construido con este material con sus 18 plantas y más de 85 metros. Lo que no significa que un buen número de ejemplos de edificios de media altura se hayan hecho un hueco entre el asfalto y estén capturando carbono en numerosas urbes. EEUU, Canadá o los países del norte de Europa son los más prolíficos, aunque poco a poco este tipo de inmuebles va conquistando nuevos territorios.

En nuestro país también contamos con algunos ejemplos, principalmente en País Vasco o Catalunya. Actualmente, en el barrio barcelonés de Les Roquetes avanza la construcción del edificio Cirerers, el más alto de España, con 8 plantas.

Estas regiones, además, cuentan con fabricantes de madera estructural que intentan hacerse un hueco en el mercado a partir de un producto procedente de la gestión sostenible de sus bosques. También Galicia, comunidad donde se ha desarrollado una importante industria especializada en materiales de madera local para la edificación, ha comenzado a fabricar CLT.

Construcción de edifico con estructura de madera CLT de los Pirineos en Sabadell/ House Habitat

Castilla y León, región forestal

En Castilla y León, segunda comunidad autónoma en superficie de bosques (solo por detrás de la gallega) hay una actividad forestal consolidada: es el segundo fabricante nacional de tablero de madera, a poca distancia de Galicia, y cuenta con casi 1.500 aserraderos y empresas de madera, muy por delante de cualquier otra región española.

Sin embargo, como ocurre de forma generalizada en nuestro país, los bosques no se han gestionado para producir madera para la construcción. Aunque la mitad de la superficie de la región es forestal, en ella no crecen árboles cuya madera se utilice para levantar estructuras de edificios. Un producto con una demanda en aumento que podría invitar a apostar por una industria propia capaz de generar riqueza y empleo verde. Además de los beneficios medioambientales y sociales que conlleva el aprovechamiento ordenado de los bosques, que contribuye decisivamente a mantener estos grandes sumideros de carbono limpios y a evitar males como los incendios o las plagas.

También serviría para revitalizar el medio rural y contribuir a fijar población. En la actualidad, más del 95% de la actividad económica forestal y maderera se concentra en pueblos de menos de 3.000 habitantes y da trabajo a más de 16.000 personas, según datos de la Mesa Intersectorial de la Madera.

En un contexto de crisis provocada por la pandemia, la necesidad de reactivar la economía y el empleo, cabe preguntarse porqué no se aprovecha esta oportunidad, y más cuando desde Europa se está favoreciendo una salida verde a la crisis, en la que el sector de la construcción está llamado a ser un pilar fundamental. (La industria europea de la madera ya ha recogido el guante).

Si un informe reciente del Centro Económico y Social (CES) de Castilla y León,  [aquí un buen resumen] concluye que la región dispone de “una gran cantidad de recursos forestales sin aprovechar que suponen un enorme potencial para su desarrollo económico e industrial”, podría considerarse que la construcción en madera es uno de los ámbitos infra explotados.

Pinar en el municipio de Mojados, comarca Tierra de Pinares (Valladolid)

La madera estructural de pino silvestre, más cerca

¿Y por qué no se produce en Catilla y León madera para la construcción de edificios? La regulación y la carencia de estudios técnicos sobre las principales variedades, como el pino silvestre, tienen mucho que ver. La normativa obliga a todos los fabricantes a declarar los valores de resistencia y rigidez de cada pieza de madera estructural introducida en el mercado que se vaya a incorporar a una edificación.

Hasta la fecha, esta certificación se hace mediante una clasificación visual de la madera en aserradero (norma UNE 56544), clasificándola hasta en tres clases resistentes diferentes en función del número y tamaño o las singularidades que presenta, como son nudos, desvío de fibra, fendas, torceduras de secado, etc.

La falta de certificación automatizada sitúa a la madera de pino silvestre en clara desventaja respecto a otros productos de madera importados y a otros materiales que sí permiten a los técnicos (arquitectos, ingenieros, etc.) realizar cálculos adaptados a sus necesidades.

Para poder utilizarse como material estructural tipo GLT , la madera de coníferas ha de catalogarse como clase resistente ‘T’, a partir de ensayos de tracción, tal y como indica la norma de madera laminada encolada EN 14080 (Las clases resistentes indican, de cara a su comercialización, las propiedades estructurales de la madera).

Esta catalogación está hoy más cerca: El Comité Europeo de Normalización (CEN) acaba de aprobar el informe de Cesefor sobre clasificación mecánica estructural de las especies de madera de pino silvestre de procedencia española. La autoridad competente habilita de este modo a la industria de la madera a usar dos equipos de clasificación mecánica homologados para la clasificación estructural de madera aserrada como clases resistentes ‘T’.

Además, la gran ventaja y diferencia de la clasificación mecánica frente a la visual es el aumento del rendimiento. Es decir, mientras que en la clasificación visual se presentan 3 combinaciones de clases resistentes e(norma UNE 56544), la mecánica ha permitido obtener hasta 16, lo que disminuye mucho el rechazo de madera estructural en aserradero.

La aprobación derivada de la investigación de la Fundación Cesefor sitúa en la rampa de salida a esta industria forestal, que podrá clasificar la materia prima para utilizarla en la fabricación de productos de ingeniería de madera, como el mencionado GLT. Próximamente, esta organización que promueve el desarrollo del sector forestal, presentará al CEN otro informe para la clasificación mecánica de esta misma especie con clases “C” a partir de ensayos a flexión, punto de partida para una posible producción de CLT.

Por tanto, eliminada la principal barrera para producir madera estructural, se abre una nueva ventana de oportunidad para el sector forestal castellano y leonés, que, de la mano de la colaboración público-privada (recordemos que las administraciones públicas poseen la mitad de la superficie forestal) resultaría imperdonable desperdiciar en un momento crítico como el que atravesamos.

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