La distancia que recorre un alimento desde su lugar de producción hasta la mesa determina uno de los grandes mantras del consumo responsable: cuanto mayor sea, menos sostenible se considera que es. En un momento en el que crece la preocupación respecto al cambio climático y son cada vez más los ciudadanos que empiezan a modificar sus hábitos de consumo requiriendo información en sus decisiones de compra, Fairtrade ha salido al paso para rebatir esta afirmación y argumentar que lo llamado “local” no siempre es lo más respetuoso con el entorno.
En su reciente informe “Comercio Justo y transporte de alimentos” la certificación internacionalmente reconocida pone en entredicho que la distancia que recorre sea el factor más importante para considerar a un producto como sostenible. Es más, declara que la importación de alimentos y la sostenibilidad no deben estar reñidos “sobre todo cuando se trata de alimentos que provienen de países en vías de desarrollo y en cuya producción se han respetado las personas y el medio ambiente”.
En el dossier Fairtrade lamenta la simplificación que se ha hecho del concepto “food miles“, distancia que recorre un alimento desde su lugar de producción hasta el consumidor, que originalmente amparaba los productos de Comercio Justo por su componente social, pero que, actualmente, se centra en el impacto que tiene la alimentación en el cambio climático, convirtiendo al transporte, debido a la emisión de gases de efecto invernadero que ocasiona, en un destacado protagonista.
El sello, que agrupa a 25 organizaciones en todo el mundo, manifiesta que hay otros aspectos más determinantes, puesto que muchos alimentos locales requieren para su producción insumos que son importados, como fertilizantes, pesticidas o el gasóleo; o simplemente requieren mayor cantidad de energía que en otro lugar. Y pone el ejemplo de la menor huella de carbono que dejan en el Reino Unido las flores que se cultivan en Kenia respecto a las de Holanda.
Añade también que al centrarse en el transporte los food miles dejan de lado muchas de las etapas del ciclo de vida de un producto que contribuyen de forma importante a su huella climática, como la producción primaria, el procesamiento y el consumo.
El informe considera justificada asimismo la elección del consumidor ético de alimentos de Comercio Justo importados por la menor contribución al cambio climático de los países en vías de desarrollo, muchos de ellos por debajo de las 2 toneladas de CO2 por persona que se estiman como niveles sostenibles, mientras que el promedio global es de 3,6. Este “nicho ecológico” les legitima, según Fairtrade, a seguir desarrollándose mediante la exportación, máxime cuando las emisiones que generan las realizan para satisfacer necesidades básicas, mientras en los países ricos se efectúan para consumo suntuario y de placer. Por último, la organización defiende que el Comercio Justo tiene la producción respetuosa con el medio ambiente como uno de sus principios.