Lo de los políticos de este país empieza a ser ya preocupante. De hacérselo mirar. De lo poco que faltaba por ver era a un consejero regional de Sanidad, en este caso de Madrid, el máximo responsable de la salud de seis millones y medio de personas, defendiendo la modificación de la ley antitabaco para que pueda permitirse volver a fumar en establecimientos públicos cerrados, tal y como pide el propietario de Eurovegas. Roza el absurdo.
Fernández-Lasquetty, que no Groucho Marx, considera que reformar la ley antitabaco es algo “verdaderamente muy importante para el presente y el futuro de España y de Madrid en particular”. Lo mismo defiende el jefe del Ejecutivo madrileño, Ignacio González, que cree que esta es la mejor forma de generar empleo en la comunidad autónoma que preside. El señor Rajoy también está por la labor de complacer a ese gran filántropo norteamericano llamado Shledon Adelson, a cuyos pies se rinden nuestros gobernantes. Tanto quejarse de la herencia recibida y resulta que una de las contadas cosas positivas que ha perdurado de la etapa de su antecesor en La Moncloa se puede esfumar como el humo.
Poco parece importar ahora que un millón de personas hayan dejado de fumar y que según las organizaciones de médicos la norma haya evitado desde su entrada en vigor, a principios de 2011,1 1.000 muertes anuales y un 11% de infartos. Lo principal ahora es el empleo, dicen. 200.000 puestos de trabajo auguran. Con el mismo fundamento que el que decía que España iba bien o el otro que proclamaba que estábamos en la Champions League de la economía.
Esperemos que a Mr. Adelson no le dé, no sé, por exigir que para montar su monopoly ibérico los crupieres sean menores de edad, o se permita el tráfico de estupefacientes en los alrededores, o incluso, puestos a pedir, se prescriban las visitas de colegios públicos para echar unas fichas a la ruleta. Lo que el ministro o consejero del ramo no tardaría en justificar argumentando que hay que adaptar el sistema educativo a las demandas del mercado.
Lo que importa es la creación de empleo, sí. No lo hacen para tener así un eslogan de populismo barato que les permita arañar los votos necesarios en las próximas citas electorales para seguir amarrados al sillón otros cuatro años. Pues nada, que se enciendan las luces y vuelva a empezar la fiesta. Que Alcorcón sea solo el principio de la reconquista de esa España esplendorosa de los últimos años.