La construcción, como tantos otros sectores, se está viendo sacudida por la crisis provocada por el coronavirus. Atravesamos tiempos de incertidumbre en los que emerge una reflexión colectiva: ¿Son nuestras casas espacios de bienestar? Ahora que estamos confinados, que trabajamos, estudiamos y hacemos toda nuestra vida dentro de ellas, nos percatamos de sus carencias en aspectos como iluminación, ventilación, superficie, distribución, confort térmico y acústico… Todo apunta a que, en el futuro, la salud en nuestros hogares ascenderá en la escala de prioridades.
Si las epidemias cambiaron la fisonomía de las ciudades a lo largo de la historia, la del COVID-19 puede ser la que modifique la de nuestras casas. La salud y la sostenibilidad en los edificios tendrán que salir reforzadas de esta situación.
Vamos a pasar más tiempo en casa de ahora en adelante. Por obligación o porque estamos comprobando que el teletrabajo es posible, como lo son la formación o los eventos online. Es decir, muchas actividades que llevaban aparejado el “presencial”, pueden ser igual de efectivas a distancia, con la ventaja de reducir la huella ambiental. (¿Sabías que la contaminación en las grandes ciudades europeas ha descendido estos días entre el 45 y 50%?).
Las empresas, sí o sí, deberán replantearse cómo afecta su actividad a sus grupos de interés. Qué impacto social y ambiental ocasionan con la fabricación de sus productos o la prestación de sus servicios. Aquellas que menoscaben la salud o el entorno -ámbitos tan estrechamente relacionados- serán relegadas en las preferencias de un consumidor cada vez más concienciado.
También afectará a la construcción de edificios. Nos fijaremos más el espacio, los materiales o las instalaciones del colegio donde -esperemos que pronto- cada mañana dejamos a nuestros hijos, o la residencia en la que se encuentran nuestros mayores. Y nos preguntaremos si su salud está protegida dentro de ellos.
Antes de la pandemia ya pasábamos, según la OMS, el 90% del tiempo en espacios cerrados. Pero será el confinamiento el que nos abra los ojos y nos haga reflexionar sobre cómo el lugar en el que vivimos afecta al bienestar propio y el de nuestros familiares.
La preocupación por la salud va a pasar a un nivel superior. Una oportunidad para empresas de la construcción que promueven con sus servicios y productos la salud dentro de los edificios. En los últimos años hemos visto el incremento de compañías del sector, desde estudios de arquitectura a constructoras, pasando por fabricantes de materiales o sistemas, que integran la sostenibilidad y la salud en su filosofía de trabajo. Pero lo que hasta ahora ha sido casi una alternativa dentro del mercado, una tendencia, tiene visos de convertirse en la norma.
Modelos de construcción guiados por la sostenibilidad y la salud en el interior de las viviendas serán más valorados tanto por promotoras como por particulares. Los criterios de la arquitectura bioclimática, el diseño biofílico, la bioconstrucción o estándares de edificación como Well, Bream, Verde o Passivhaus, que en mayor o menor medida establecen patrones relacionados con la sostenibilidad y la salud, pasarán a ser más habituales tanto en edificios residenciales como comerciales, de oficinas, educativos, geriátricos, hospitalarios o asistenciales.
Si, bajo las expectativas de una mayor longevidad y calidad de vida a edades avanzadas, hemos consolidado hábitos para cuidarnos más (alimentación, ejercicio, etc..) todo indica que, en adelante, a la hora de velar por nuestra salud, también prestaremos atención a los espacios en los que habitamos.
Texto: Miguel Vega
Foto: Jane Palash on Unsplash